Cuando te encuentres mal físicamente, cuando tengas una migraña o un brote de candidiasis o un sarpullido en la piel o el problema que sea, observa qué emociones aparecen. Pregúntate si esas emociones te las permites sentir en tu día a día y piensa que, con la enfermedad, puedes sacarlas a la luz y vivirlas. Esto te hace más complet@ y más sano. Tu desequilibrio o enfermedad es tu válvula de escape.

Reconociendo esas emociones podrás observar que seguramente son las que más reprimes y con las que menos te identificas y trayéndolas a la conciencia vas a tener la oportunidad de darles el espacio que necesitan (y necesitas) en tu vida.

Puedes comenzar poco a poco, permitiéndotelas sentir tú primero y luego puedes comenzárselas a mostrar al mundo. Verás que no pasa nada, que nadie va a dejar de quererte por mostrar rabia o tristeza o vulnerabilidad. Todo lo contrario, la integridad y coherencia con uno mismo es lo más bello que podemos ofrecerle al mundo.