Este confinamiento me recuerda a mis primeros tiempos en la montaña.

Cuando decidí dejar la ciudad e irme a vivir sola a la montaña, creí que sería un plisplás el llegar y bajar el ritmo… pero no, estuve meses caminando por la montaña como si me persiguiera un toro, caminaba deprisa, miraba todo el día el reloj para ver si era la hora de la comida o la hora de caminar o la de regresar a casa… iba cronometrada como en la ciudad.

Me costó tiempo bajar el ritmo, no tener prisa, tranquilizar la mente, no sentirme culpable de la poca productividad (y sin embargo escribí un libro y aprendí muchísimo como terapeuta en ese supuesto “no hacer nada”)… Necesité hacer un gran trabajo mental y muy consciente para darme el permiso de llevar otro ritmo. Aún hoy sigo luchando con el tema.

Ahora nos hemos confinado y se supone que tenemos la oportunidad de cambiar nuestra forma de hacer las cosas y de vivir… llevábamos toda una vida quejándonos del estrés y de la falta de tiempo para descansar…  la falta de tiempo para tumbarnos a leer o a cazar moscas, tomarnos un café mientras vemos las nubes pasar, dormir…  y ahora que podemos ¿realmente lo estamos haciendo? Yo creo que no, seguimos con el “chip” de antes, con la única diferencia de que ahora todo lo hacemos entre 4 paredes.

Entrar en las redes sociales nunca había sido más estresante… ahora más que nunca hay clases de todo tipo, cursos, conferencias, directos… una locura. Salir al balcón es encontrarse con un bombardeo de personas distrayéndonos cantando, bailando, amenizando con música, juegos…

En realidad no hemos parado, estamos tratando de ocupar la mente y el tiempo al máximo y contando los minutos para cuando el Gobierno dé el pistoletazo de salida, salir como toros de lidia a la vida a seguir tan ocupados como siempre y como ahora.

Y después de habernos abrazado, festejado, ido a la peluquería a ponernos guapos de nuevo, con el tiempo volveremos a quejarnos de que no tenemos tiempo para descansar…

Esta es una oportunidad de oro para descubrir el otro lado de la vida.