Los síntomas de una candidiasis podríamos definirlos en una palabra: inflamación.

Cuando el cuerpo se percata de que los tejidos están siendo invadidos e irritados por los hongos, el sistema inmunitario envía células y sustancias químicas mediadoras de la inflamación, como histamina, bradiquinina, prostaglandinas… Esto hace que los capilares se dilaten, permitiendo que llegue más sangre a la zona afectada. Por eso se sienta la zona roja e inflamada. El aumento de sangre permite que lleguen más células y sustancias a los tejidos dañados, ayudando al proceso de curación.

A su vez la histamina y la bradiquinina causan dolor. Este tiene la función de protección. Por ejemplo, si sientes dolor evitarás tener relaciones sexuales o ponerte un tampón o copa menstrual que te puedan irritar aún más.

Cuando aparece la inflamación, también las membranas mucosas producen más líquido o flujo para potenciar la limpieza de la zona afectada.

Como puedes ver, la inflamación es una protección. No es cuestión de eliminarla sin más con fármacos o productos naturales, es cuestión de entender qué es lo que la está causando.

La terapia consiste en descubrir qué desarmonías existen en ti y en tu estilo de vida, que no te permiten disfrutar de la salud para la que estás programada.