Qué difícil es, a veces, trabajar mano a mano con el sistema de la medicina convencional.

Los médicos de medicina convencional y nosotros, los terapeutas de medicina natural, deberíamos trabajar en equipo y no anulándonos unos a otros.

Los médicos saben de enfermedad y nosotros de salud. Aceptémoslo. Yo nunca podré operar un apéndice infectado y ellos, tal vez, no sepan cómo ayudar al organismo a curarse de ciertas enfermedades con un enfoque amable, potenciando la salud y no tratando únicamente los síntomas. Cada uno cumplimos una función. Hay profesionales muy completos que son médicos y además terapeutas de medicina natural. Una muy buena mezcla. Sin embargo, estos no somos la mayoría.

Cuántas veces le he pedido a un médico de la Seguridad Social un análisis de tiroides para ver los anticuerpos de un paciente y me he encontrado con la respuesta de que los anticuerpos no son importantes y que me deje de historias.  O cuántas veces he pedido un análisis para mirar el colesterol, aparecer alto (normal con una dieta alta en grasa) e insistirle al paciente que debe abandonar la dieta de inmediato, a pesar de encontrarse infinitamente mejor.

El trabajo pionero que venimos haciendo muchos profesionales de la medicina natural es desgastante. Desgasta tener que justificar lo que hacemos; desgasta luchar contra un sistema anticuado, arcaico y desactualizado; desgasta tener que acompañar a que el paciente restaure su confianza en si mismo y no sólo en los protocolos médicos que dicen que si no los sigues morirás; desgasta el tener que lidiar con el entorno del paciente que ha aprendido a creer que sin la medicina convencional nadie se puede curar.

Sería genial que los profesionales de la salud de cada rama supiéramos ocupar nuestro lugar con humildad, respetando al otro y mirando, de verdad, por la salud del paciente, que en el fondo, es para lo que estamos.
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