Ir a terapia es, en primer lugar, ir a escuchar la opinión de un terapeuta. Este punto es muy importante y en muchos casos no se contempla al iniciar un tratamiento.

Hay muchas personas que van a terapia con una idea preconcebida de lo que les pasa y de qué es lo que necesitan (después de largas horas de investigación en la red). Quieren que el terapeuta ejecute, bajo sus directrices como pacientes, la parte técnica que ellos no saben aplicar.

Cuando se encuentran con una opinión distinta a la suya, tal vez que sus problemas físicos vienen de un conflicto emocional  o simplemente que la terapia debe comenzar abordando otros aspectos más importantes que los que la persona tiene en mente, aparece la “rabieta”, la desilusión… y en algunos casos la mala leche, que todo hay que decirlo.

La terapia no es un lugar donde ejecutamos las órdenes del paciente, ni donde los terapeutas nos convertimos en timadores cuando no decimos lo que los pacientes quieren escuchar.

La enfermedad no da derecho a muchas de las cosas que vemos en consulta.

Por favor, reflexionemos.