Cala H. Cervera (nutricionista ortomolecular)

La vida es principalmente un proceso de adaptación a las circunstancias en que vivimos. El secreto de la salud y felicidad radica en ajustarse adecuadamente a las condiciones siempre cambiantes de nuestra vida. Es a través del Síndrome de Adaptación General (SAD) como nuestros diversos órganos internos (especialmente las glándulas endocrinas y el sistema nervioso) nos ayudan a adaptarnos y ajustarnos a estos cambios constantes.

El estrés es, por tanto, el denominador común de todas las reacciones adaptativas del cuerpo. En otras palabras, cualquier cambio y desgaste en la estructura y composición química del cuerpo puede ser considerado estrés, independientemente de si el origen es físico o emocional. Sin embargo, el estrés no necesariamente implica un cambio mórbido: el placer intenso también puede causar un desgaste en la maquinaria del cuerpo.

El estrés no debe ser evitado totalmente. Puesto que éste es la respuesta no específica a cualquier demanda, todo el mundo siempre sufre algún tipo de estrés. De todas formas, sí podemos combatir un estrés excesivo o innecesario evitando estresores nutricionales, proporcionándole al organismo los nutrientes necesarios y siguiendo unas pautas alimenticias adecuadas.

 

Deficiencias de nutrientes.

La capacidad de las personas para enfrentarse al estrés depende considerablemente de su habilidad para producir hormonas pituitarias y adrenales.

Si la dieta tiene cantidades insuficientes de proteínas y vitaminas E, B2, B5 o colina, no se producirán suficientes hormonas de la pituitaria. La vitamina E es también importante para prevenir que las hormonas creadas, tanto por la pituitaria como por las glándulas suprarrenales, no sean destruidas por el oxígeno.

Una deficiencia de vitamina B5 (ácido pantoténico) hace que las glándulas suprarrenales se encojan y que se llenen de sangre y células muertas. Las hormonas no pueden producirse y, por tanto, muchos de los cambios protectores del estrés no se pueden llevar a cabo.

Deficiencias en ácidos grasos esenciales (Omega 6 y 3) y vitaminas A y B2 también limitan la producción de hormonas y provocan la degeneración de las glándulas suprarrenales. Es importante que la vitamina B2 se acompañe de B6 en las mismas cantidades, ya que, si no, puede aparecer una deficiencia de esta última.

Cuando existe deficiencia de vitamina C, las glándulas pueden sufrir hemorragias y la producción de hormonas verse afectada. Esta vitamina acelera la producción de cortisona, mejora su utilización y retrasa su destrucción. Trabaja en sinergia con la vitamina B5 y alivia muchas de las limitaciones ocurridas como resultado de la deficiencia de ésta. La vitamina C, por otro lado, ayuda a desintoxicar el organismo de las sustancias dañinas producidas durante el estrés.
Es importante no activar las glándulas suprarrenales innecesariamente. Para ello, debemos asegurarnos de que el cinc, magnesio y cromo, y las vitaminas B6 y B3 se encuentren en cantidades adecuadas.

 

Estado de alarma 

Cuando un estresor (virus, mala alimentación, frío, ruido excesivo, etc.) afecta al organismo, el hipotálamo estimula la división simpática del Sistema Nervioso Autónomo y las glándulas suprarrenales. Esta reacción es responsable de lo siguiente: 

  • El corazón bombea con más rapidez y fuerza para movilizar las sustancias que combaten el estrés.
  • Los vasos sanguíneos de la piel y vísceras (excepto el corazón y pulmones) se estrechan, mientras que los vasos sanguíneos que alimentan los músculos y el cerebro se dilatan. Esto hace que se lleve sangre a los órganos más activos durante el estrés, mientras decrece el abastecimiento a los órganos que no juegan un papel inmediato o activo.
  • El bazo se contrae y segrega la sangre almacenada, lo cual aumenta el volumen de sangre en la circulación. Por otro lado, el factor de coagulación aumenta y la producción de glóbulos rojos se acelera.
  • El hígado transforma sus reservas de glucógeno en glucosa para proporcionar energía a las células y combatir los estresores. Esto incrementa la temperatura y sudor.
  • La respiración aumenta para adquirir más oxígeno y ayudar en los procesos metabólicos.
  • La producción de saliva y enzimas digestivas disminuye.
  • La producción de las hormonas adrenalina y noradrenalina aumenta, produciendo síntomas como ansiedad, miedo, temblores, ganas de orinar...
  • Los minerales son extraídos de los huesos.
  • La grasa es movilizada de los tejidos grasos.
  • Una cantidad anormal de sal es retenida.

 

Todos estos procesos preparan al cuerpo para la primera reacción ante el estrés: “combatir o huir”.
Este estado de alarma varía en intensidad según el grado de estrés al que se ha sometido el organismo.

 

Estado de adaptación 

Si el estrés continúa durante un tiempo, las glándulas suprarrenales serán estimuladas para producir, principalmente, la hormona cortisol, mientras la producción de la hormona DHEA disminuirá.
Cierta cantidad de cortisol es necesaria para combatir el estrés y mantenernos sanos. Sin embargo, un exceso de esta hormona produce efectos negativos en nuestra salud: aumenta la producción de insulina; favorece la osteoporosis; disminuye la capacidad inmunitaria del organismo, dando lugar a alergias e infecciones; bloquea el metabolismo de los ácidos grasos y la conversión de las hormonas de la tiroides; destruye la flora intestinal, favoreciendo el crecimiento de bacterias y microorganismos patógenos; y disminuye la producción de las inmunoglobulinas A, la primera línea de defensa inmunitaria en el intestino.

También una cantidad adecuada de la hormona DHEA es vital para nosotros. Sus funciones son: formación de estrógenos y testosterona, estimulación de la formación ósea y del sistema inmunitario, aumento de la formación de la masa muscular y disminución del porcentaje de la grasa corporal y del colesterol LDL.
Estos dos primeros estados del estrés están caracterizados por un daño y una reparación constantes. No importa el origen del estrés, el cuerpo siempre intenta reparar el daño causado. La mayoría de las enfermedades aparecen cuando esta capacidad de reparación falla, y ésta sólo puede llevarse a cabo si el organismo tiene a su disposición todos los nutrientes adecuados. Por el contrario, las personas que se encuentran bajo estrés prolongado suelen descuidar sus hábitos alimenticios agravando y prolongando los daños causados por éste.

 

Estado de agotamiento

Cuando la persona llega al estado de agotamiento, disminuye considerablemente su nivel celular de potasio y la producción de hormonas glucocorticosteroides: la presión sanguínea baja y las células dejan de recibir nutrientes adecuadamente. Los órganos se van debilitando. Esto puede causar, entre otros problemas, úlceras estomacales e intestinales, ya que las proteínas son “robadas” de las paredes del estómago e intestinos, como puede ser el caso de la colitis ulcerativa. Otros problemas relacionados con el estrés son:

  • Angina de pecho
  • Problemas cardiovasculares    
  • Hipertensión
  • Dolores de cabeza
  • Asma 
  • Artritis reumática
  • Enfermedades autoinmunes     
  • Cáncer
  • Gripes
  • Diabetes 
  • Depresión
  • Síndrome del intestino irritable
  • Irregularidades menstruales
  • Tensión premenstrual 

 

Estresores nutricionales

  • Alcohol.- Inhibe la movilización de reservas de glucosa del hígado y suprime la demanda de más glucosa del hipotálamo, contribuyendo, así, a bajones de azúcar. Esto conlleva la estimulación de las glándulas suprarrenales para producir adrenalina, y aumentar los niveles de glucosa en sangre. Además, el alcohol interfiere con la absorción del cinc (nutriente importante para el control del estrés) y fomenta la absorción del plomo en el organismo. 
  • Café.- Contiene teobromina, teofilina y cafeína, todos estimulantes. El café descafeinado ha sido tratado para eliminar la cafeína, pero sigue teniendo teobromina y teofilina. Esto hace que sea considerado un un estresor. Además, el café es un diurético y le roba al organismo importantes minerales para combatir el estrés, como son el magnesio y cinc.
  • Azúcar.- Es un estimulante y estresor. Por un lado, aumenta desproporcionadamente los niveles de glucosa de la sangre, causando, más tarde, el efecto "rebote" o bajón de azúcar. Para contrarrestar este efecto y volver a subir los niveles, las glándulas suprarrenales producen adrenalina. Por otro lado, acidifica la sangre, con lo cual el organismo extrae minerales de los huesos para alcalinizarla, favoreciendo la osteoporosis. 
  • Bebidas de cola.- Tienen cafeína, azúcar y aditivos, sustancias que, como ya hemos visto, son altamente estimulantes.
  • Chocolate.- Contiene cacao como ingrediente "activo". Éste proporciona cantidades significantes del estimulante teobromina, cuya acción es similar a la cafeína.

Pautas nutricionales a seguir para combatir los efectos del estrés

Bebe unos 2 litros de agua mineral al día. La deshidratación es un estresante.
Come regularmente durante el día. Es importante que los niveles de glucosa permanezcan constantes.
Toma algo de proteína en cada comida: legumbres con cereales, productos de soja, huevos, productos lácteos de oveja o cabra (en pequeñas cantidades), frutos secos, semillas, algas. La proteína compensa la producción excesiva de insulina y, por tanto, ayuda a evitar el bajón de azúcar, además de ser responsable de la producción de hormonas y la reparación de los tejidos dañados a causa de los efectos del estrés.
Sigue una dieta antiinflamatoria. Elimina los productos lácteos de vaca, aceites de semilla cocinados y grasas hidrogenadas o saturadas. La inflamación que puede causar este tipo de sustancias estimula la actividad de las glándulas suprarrenales para producir cortisol. A cambio, aumenta el consumo de aceite de lino, frutos secos y semillas.
Evita los estresores como el café, té, azúcar, chocolate, bebidas con cola y alcohol.
Aumenta el consumo de fibra comiendo más vegetales y fruta. La fibra ayuda a mantener los niveles de glucosa constantes, evitando así la estimulación innecesaria de las glándulas suprarrenales.
Aumenta el consumo de alimentos que poseen un efecto calmante sobre el sistema nervioso y ayudan a apaciguar la agresividad: lechuga, avena, arroz, remolacha, acelgas, apio, vegetales de color verde (por su clorofila), alimentos amargos como las endibias, aceitunas, alfalfa, lechuga “romaine” y centeno, alimentos ricos en calcio como frutos secos, semillas, vegetales de color verde oscuro y legumbres.
Asegúrate de que digieres bien las comidas masticando cuidadosamente y tomando, si es necesario, ácido clorhídrico y enzimas digestivas. Cualquier alimento que no sea bien digerido se convierte en toxina. Las toxinas son estresores, además de producir inflamación.
Es aconsejable, siempre respetando la individualidad bioquímica de cada persona, tomar suplementos de los nutrientes mencionados anteriormente. Consulta con un terapeuta cuáles son tus deficiencias específicas.
 Practica algún tipo de ejercicio en moderación (yoga, Tai-Chi, caminar). Te puede ayudar a reducir niveles altos de cortisol.


Cada uno de nosotros necesitamos saber nuestro patrón de estrés y los niveles óptimos a que podemos someternos. Necesitamos examinar cuidadosamente cómo usamos nuestra energía de adaptación y si la estamos usando innecesariamente, ya sea por cómo estamos respondiendo a situaciones emocionales y/o por exposición a estresores.
En definitiva, evita los estresores innecesarios, nútrete adecuadamente y haz del estrés tu amigo.